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Sostenibilidad, hoy en día es una de las palabras más pronunciadas que escuchamos y leemos todos los días.
Este término ha sido comúnmente definido como el modelo de desarrollo capaz de asegurar la satisfacción de las necesidades de la generación presente sin comprometer la posibilidad de que las generaciones futuras realicen las suyas propias.
Desde los albores de la historia del pensamiento económico moderno, los economistas han estado preocupados por la escasez de algunos de los factores de producción, especialmente la tierra cultivable, y la posibilidad de que el crecimiento económico se detuviera. Los economistas clásicos eran conscientes de que la disponibilidad de recursos naturales podía ser un factor limitante del crecimiento económico.
Tanto Adam Smith (1723-1790) como Malthus (1766-1834) retomaron la idea de que la escasez de recursos naturales puede ser un obstáculo para el crecimiento, subrayando la limitación de los recursos naturales ante una población cada vez mayor.
Tuvieron en cuenta los límites naturales y en particular de la tierra cultivable, llegando a escribir que el crecimiento demográfico implica una disminución del capital y de la producción y, en consecuencia, del crecimiento económico: no todos podrán tener su «banquete de la naturaleza».
Es fácil ver lo cerca que estaba ya de una visión absolutamente actual y moderna de la equidad, al menos a nivel intergeneracional, del desarrollo representado por el acceso igualitario al «banquete de la naturaleza», por tanto a una «porción» de los recursos naturales.
Idéntica conclusión anunció el Club de Roma cuando, en 1972, se publicó el informe «Los límites del crecimiento» que, partiendo de la hipótesis de un aumento exponencial de la población, la producción industrial y la explotación de los recursos naturales del planeta, anunciaba el fin del crecimiento como único remedio.
El período dorado del concepto de «crecimiento cero» como meta de la humanidad fue muy breve, de hecho, tras las dos crisis del petróleo (1974 y 1979) y la recesión económica, la mayoría de los países experimentaron un período de crecimiento económico a un nivel actualmente cercano a cero, caracterizado por una alta inflación, subempleo y niveles generales de contaminación en aumento.
Ser sostenible no significa solo ser respetuoso con el medio ambiente, significa que lo que estás haciendo, sea lo que sea, sea algo duradero en el futuro, respetuoso con las personas que te rodean y accesible.
Para lograr un desarrollo sostenible de la sociedad humana es necesario que:
– La intervención humana esté limitada dentro de la capacidad de carga de los sistemas naturales mientras se preserva su vitalidad y resiliencia;
– El progreso tecnológico para la producción de bienes y servicios esté dirigido a aumentar la eficiencia en lugar de aumentar el flujo de energía y materias primas;
– Los niveles de extracción de recursos no renovables no superen sus capacidades regenerativas;
La sostenibilidad se refiere a los campos ambiental, económico y social, la característica principal de hecho es el proceso de cambio en el que la explotación de los recursos, el plan de inversión, la orientación del desarrollo tecnológico y los cambios institucionales están en armonía y mejoran el actual y potencial futuro para satisfacer las necesidades y aspiraciones humanas.
El desarrollo sostenible, presentado por primera vez en 1987 por el Informe Bruntland «Nuesrto futuro Común« de la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo, significa desarrollo destinado a satisfacer las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades, que luego pueden satisfacerse a través de un enfoque circular y sostenible.
En primer lugar, la sostenibilidad se refiere al respeto por el medio ambiente. Hoy en día se da por sentado, pero nuestras ciudades dependen estrictamente de la calidad del entorno sobre el que se construyen, por lo que nuestro bienestar depende de los espacios naturales que nos rodean en los que vivimos.
La sostenibilidad tiene como objetivo mejorar nuestro bienestar cotidiano a través de la reducción de las emisiones contaminantes de nuestras actividades, respetando así el medio ambiente, minimizando el consumo de residuos, favoreciendo los procesos de reciclaje y valorizando los espacios naturales de nuestras ciudades para maximizar la calidad del aire y la cantidad de oxígeno que podemos respirar.
La sostenibilidad no se puede considerar sólo como un acercamiento al medio ambiente, o simplemente como una forma de respeto por el ecosistema, la flora y la fauna, sino también y sobre todo como un método para aumentar exponencialmente la calidad de vida de las personas y del medio ambiente.
Al generar sostenibilidad económica y por tanto un beneficio monetario más concreto y eficiente que el actual, logramos una mayor sostenibilidad social a través de una convivencia más transparente y colaborativa dentro de la comunidad.
No se trata de un modelo que se limite a sustentar la actual economía lineal, sino que la sustituya íntegramente en cada etapa del proceso productivo, regenerando y modificando positivamente su estructura.
Reutilizar, reducir y reciclar se encuentran entre las reglas más importantes de la sostenibilidad, un proceso que tiene como objetivo reducir los costos inútiles y peligrosos de hoy en día de los materiales desechables y los combustibles fósiles. Imagínate no pagar más facturas energéticas porque toda la electricidad que necesitas te la proporciona la energía solar a través de paneles fotovoltaicos.
La sostenibilidad es un enfoque que incluye sobre todo a los propios ciudadanos. De hecho, el «círculo» de este modelo comienza cuando los ciudadanos implementan prácticas cotidianas. Un ejemplo trivial es su recolección separada: cuanto mejor se realice dentro de los hogares domésticos, mejor será posible iniciar un proceso de producción circular sin contratiempos y costos adicionales.
Los gestos de la vida cotidiana determinan significativamente el impacto ambiental que genera cada individuo (en USA un ciudadano produce unas 25,9 toneladas de dióxido de carbono al año). Por ello, una mejora desde este punto de vista de las actividades cotidianas de los ciudadanos individuales puede aumentar significativamente la educación cívica y la conciencia de respeto medioambiental, basta pensar en las aproximadamente 11.500 toneladas de chicles por Nación que se tiran al suelo cada año, o en las consumo entre 9 y 10 mil millones anuales de bolsas de plástico.
Un enfoque sostenible además favorecería la denominada Economía Colaborativa, potenciando la ayuda recíproca entre empresas y ciudadanos, con el fin de reducir tanto las emisiones de CO2 como sus costes relativos.