Un problema complejo
En Lima, 1,7 millones de personas carecen de acceso a agua potable. En esta ciudad que se levanta en medio de un desierto, el problema no es nuevo, pero se agrava. Quienes no tienen acceso al suministro de agua, casi el 15 por ciento de la población, deben comprar agua de camiones cisterna, aunque el agua que venden no siempre es potable.
Además, en invierno los caminos que conducen a las montañas, donde se concentran los barrios marginales, quedan inutilizados por el barro, y pueden pasar semanas sin que los camiones cisterna lleguen a esas zonas.
La escasez de agua en América Latina no es sólo un problema de los barrios marginales o de las zonas rurales más secas. También afecta a centros urbanos y regiones que hace veinte años nadie hubiera imaginado que pudieran sufrir por este motivo. Tampoco depende únicamente de la sequía, sino también de la mala gestión de los recursos, la falta de mantenimiento de las infraestructuras, la contaminación o que el agua esté en manos privadas.
Venezuela: un ejemplo de mala gestión de los recursos hídricos.
En el año 2000, Venezuela era uno de los países más ricos de América Latina. Gracias a las inagotables reservas de petróleo y minas cargadas de oro y coltán. Veintidós años de corrupción y clientelismo han llevado al país bolivariano al colapso económico. Esto desencadenó la peor crisis de refugiados del mundo, con millones de venezolanos que abandonaron sus hogares en busca de mejores perspectivas de vida. No es solo la falta de seguridad, alimentos y electricidad lo que ha empujado a grandes sectores de la población a abandonar Venezuela, sino el estrés hídrico. Durante años, de hecho, la mayoría de los venezolanos no han tenido acceso al agua potable.
Si bien Venezuela se encuentra entre los primeros quince estados del mundo en recursos hídricos, la mala gestión de estas infraestructuras ha provocado cortes periódicos en el suministro, particularmente en las grandes ciudades del cinturón caribeño, donde también se encuentra la capital Caracas. De hecho, la mayor parte de los recursos hídricos del país se encuentran en el sureste, donde vive alrededor del 10% de la población. Solo el 15% de los recursos, en cambio, se encuentran en el norte, que es el hogar de la gran mayoría de los habitantes.
Vivir con escasez de agua se ha convertido en la norma para millones de venezolanos. Desde 2019, casi ocho de cada diez venezolanos se han quejado por la imposibilidad de acceder al agua potable o la interrupción del suministro. Zonas enteras del país sufren la mala gestión de las infraestructuras hidráulicas y la falta de plantas depuradoras de aguas residuales responsables de la contaminación de los acuíferos.
Según estimaciones extraoficiales, unos 20 millones de ciudadanos han perdido el acceso al agua, una cifra aproximada considerando que, desde hace algún tiempo, el gobierno de Maduro no publica datos sobre la disponibilidad de agua en el país.
El colapso del sistema de agua ha ampliado la brecha social: las clases más acomodadas, según informa Reuters, han financiado la construcción de pozos privados. En los barrios de Caracas, la situación se ha vuelto tan insoportable que algunas familias han cavado a mano pozos de agua cerca de sus casas.
Todos los demás, en cambio, están en la calle con botellas y baldes vacíos para buscar agua de cualquier fuente, potable o no. En un país donde muchos sobreviven con salarios de 8 dólares mensuales, comprar agua embotellada se ha convertido en un lujo.
Un factor de inestabilidad
En el caso de São Paulo, una larga sequía obligó a racionar el agua y distribuirla en algunas zonas mediante camiones cisterna. Ya en 2014 hubo protestas por la interrupción del servicio de agua
Prácticamente no hay país latinoamericano que no experimente una crisis de agua, desde los grandes hasta los pequeños atravesados por cientos de ríos. Esta categoría incluye a El Salvador, donde el acceso al agua se está volviendo cada vez más problemático. Según Andrés McKinley, investigador de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, en los últimos veinticinco años, los ríos más importantes del país han perdido 30 por ciento de su caudal en el mejor de los casos, 70 por ciento en el peor.
Entre los factores del problema, McKinley cita la alta densidad de población, el uso intensivo del agua y sobre todo la explotación desmedida de las industrias. “Un caso es el de la empresa SabMiller, que utiliza agua de la comunidad de Nejapa para producir Coca-Cola. La falta de agua fue uno de los temas en el centro de las últimas protestas en El Salvador”.
La crisis del agua es ya un factor de inestabilidad en una región rica en agua, pero cada vez más sedienta.